domingo, 15 de enero de 2012

Alejandro ©

Ese día al visitar el mercado la vió. Sus ojos fijos en la chica se agrandaban cada vez más con asombro y admiración. Olvidó la lista de compras y se encaminó hacia ella. Debía hablar con ella, necesitaba hacerlo. Jamás en sus 16 años había presenciado tanta hermosura.
La mujer era una viva definición de la belleza. Un cuerpo esbelto, bien definido. Las manos delicadas con sus uñas bien arreglas. Su cabello castaño largo y rizado le daba un toque de sensualidad. Y el delantal verde que abrazaba su cintura le quedaba espectacular.
Hipnotizado por completo tropezó con los estantes cayendo al piso sobre los bizcochos que llevaba en la mano. El mercado entero se detuvo para observar al adolescente que ahora yacía en el suelo con su ego herido. Algunos mostraban tristeza y simpatía con él, otros reían, incluyendo la chica. Él sólo se limitó a levantarse lo más rápido posible para salir huyendo. Corrió cabizbajo hasta llegar al portón de su casa. Al entrar tiró la puerta y subió a su cuarto. La madre ya acostumbrada a los berrinches de su único hijo continuó sus quehaceres.
Arriba en el cuarto Alejandro lloraba. La única oportunidad que tuvo para hablar con esa chica se escapó como arena entre sus dedos.
 "Soy tan estúpido", se gritó a si mismo golpeando la almohada sobre su cama.
 "Ahora nunca más podré volver al super. Cada vez que vea mi rostro se acordará que fui yo el que resbalé y se reirá en mi cara."
Escuchó la voz de alguien llama desde afuera. Christian, su mejor amigo lo procuraba.
Alejandro baja las escaleras de su casa, entra en el garaje, monta su bicicleta y juntos corren hasta llegar al lago. Allí un grupo de muchachos hablaban sobre los videojuegos más recientes y ya entrada la noche comienzaron a contarse historias de terror unos a otros.
"Dicen que cerca de la vieja fábrica se escuchan quejidos. Todas las personas que por curiosidad han ido a investigar de donde vienen los lamentos, nunca regresan." dice Juancho.



"Eso es poca cosa. Mis tios me han comentado que la carretera en medio de las montañas que conecta nuestro pueblo con Vardeñas esta embrujada. Una vez conduciendo por allí mis tios se encontraron el espíritu de una mujer parada en el mismo medio de los carriles.
Esa noche por poquito chocan contra un árbol por tratar de esquivarla. Cuando miraron hacia atrás por los espejos, la mujer se había desvanecido." comentó Pedro.
Un escalofrío subió por la espalda de Alejandro. Le encantaba escuchar anécdotas como estas con la misma intensidad que sentía miedo por ellas.
Luego de varias historias habló la única niña del grupo, Sarita de 19 años. Con los cabellos tapandole un ojo comenzó a relatar su encuentro con la bruja del pueblo.
"Yo no les contaré historias falsas. Lo que diré no me lo contó otro, me pasó a mi. Cierta vez estuve enamorada de un hombre que recien se mudó aquí. Por primera vez experimenté amor a primera vista. Pero ahora que lo pienso bien, concluyo que lo unico que me gustaba de él era su bigote frondoso."
Algunos chicos rien. Sarita permanece seria, quizás más seria que nunca.
"Intenté varias veces conseguir su atención pero sabrán que no la obtuve. Era muy chica y no despertaba en él otros sentimientos que no fueran paternales. Yo no quería eso, quería su amor, deseaba su sexo. Mis intentos frustrados me llevaron a hablar con unas primas góticas que tengo. Ellas me hablaron sobre la bruja de nuestro pueblo y me dijeron donde encontrarla.
Me aventuré bosque adentro y tras 10 o 15 minutos caminando, encontré la pequeña cabaña. Las luces estaban encendidas asi que me acerque y toque la puerta. Imaginaba que quien abriría la puerta sería una vieja arrugada, de cabello revuelto. Para mi sorpresa fue una joven quien me contestó.
Me invitó a pasar y charlamos por un rato que me había llevado hasta allí. Me dijo del ritual perfecto para conseguir lo que con tantas ansias deseaba y cuando me dijo el precio a pagar me entró el pánico.
Salí corriendo del lugar y jamás he vuelto"
El grupo permaneció en silencio.
Todos sabían de la bruja pero niguno de ellos se atrevía a mencionarla.
Esucharon a lo lejos el reloj de la plaza marcando las 8 p.m. y cada cual se encaminó a su hogar. Alejandro antes de regresar a su casa le preguntó a Sara donde podía encontrar la hechizera. Ella le anotó la dirección en un papel y ambos partieron.
Esa noche Alejandro no durmió. Estaba lleno de ansias pues sentía que su deseo se haría realidad después de todo.
Al medio día se adentró en el bosque, como lo había hecho Sarita y encontró la cabaña. Antes de tocar la puerta, esta se abrió revelando la chica del mercado.

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